Buenos Aires, la capital latinoamericana del Maratón
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Con más de 15.000 inscriptos, Buenos Aires volvió a vibrar al ritmo de su 42,195km, el más importante de la región
El amanecer del domingo porteño no se pareció en nada a esas postales de cielos despejados que uno sueña para el gran día. Una bruma gris, con humedad por encima del 90%, envolvía a la Ciudad de Buenos Aires cuando los 15.000 valientes corazones comenzaron a poblar las inmediaciones de Núñez. Allí, en la Avenida Figueroa Alcorta, a metros de Avenida Dorrego, empezó a latir una fiesta que ya es mucho más que una carrera: el Maratón Internacional de Buenos Aires celebró su 41ª edición consolidada como la prueba más convocante y prestigiosa de Latinoamérica.
El dominio etíope
Como manda la tradición del atletismo de fondo, Etiopía volvió a imponer su sello. El joven Habtamu Birlew Denekew, en su debut absoluto en la distancia, fue protagonista de un triunfo que tendrá guardado para siempre. Con un registro de 2h09m24s, cruzó primero la meta y, todavía incrédulo, sonrió ante la ovación de un público que lo adoptó como campeón propio. “Me voy feliz, no suele pasar que ganes en tu primera maratón. Buenos Aires ya forma parte de mi historia”, confesó con humildad.
Detrás suyo llegaron dos kenianos que no se la hicieron fácil: Esphond Cheruiyot (2h09m46s) y Dickson Kiptoo (2h15m06s), completando un podio de lujo.
En la rama femenina, la hegemonía etíope fue absoluta. Elfinesh Demise Amare venció con autoridad y un crono de 2h28m12s. A su lado, el podio se pintó con la bandera verde, amarilla y roja: Maritu Ketema Gutema (2h28m54s) y Alemitu Tariku Olana (2h29m06s) ocuparon el segundo y tercer lugar respectivamente.
Orgullo argentino
Entre los locales también hubo emoción y orgullo. El esquelense Joaquín Arbe volvió a confirmarse como referente nacional al llegar en 2h19m21s, apenas un segundo por delante de su coterráneo David Rodríguez (2h19m22s). Muy cerca, el tucumano Ezequiel Chavarría completó el podio argentino con 2h19m31s.
En mujeres, la tandilense Luján Urrutia se llevó el mejor tiempo nacional con 2h42m50s. La escoltaron la marplatense Anahí Castaño (2h43m16s) y la porteña Agustina Chretien (2h48m38s). Tres nombres que, más allá de los registros, simbolizan la constancia de quienes corren entre el sacrificio cotidiano y el sueño de dejar huella.
Sin embargo, hubo un detalle imposible de pasar por alto: no existió podio ni premiación para los mejores argentinos. Un gesto mínimo de la organización (Carreras y Maratones Ñandú) que hubiera significado mucho para atletas que entrenan sin el respaldo económico ni el reconocimiento mediático de la elite internacional.
En un país que respira maratón y que celebra como propio el triunfo de un etíope debutante, no reservar un espacio simbólico para los locales parece, como mínimo, un desaire. Un desplante al enorme esfuerzo diario de los atletas nacionales. Porque Arbe, Rodríguez, Chavarría, Urrutia, Castaño y Chretien representan algo más que marcas: representan a la geografía extensa de la Argentina que madruga para entrenar, que se financia viajes y concentraciones con recursos propios, que sostiene su carrera deportiva entre trabajos, familia y kilómetros.
El maratón porteño se consolidó como una fiesta internacional. Pero si busca también consolidarse como una celebración de identidad nacional, debería abrazar a sus corredores con el mismo fervor con el que ilumina a la elite africana. El podio argentino, aunque simbólico, es un espejo en el que miles de amateurs se miran y se inspiran. Quitarles esa visibilidad es, de algún modo, quitarle voz al sacrificio silencioso que sostiene la pasión por correr en todo el país.
Una ciudad hecha circuito
Desde el norte hasta el sur, Buenos Aires se vistió de maratón. El circuito certificado por World Athletics unió barrios y paisajes icónicos: Núñez (con la cancha de River incluida), Palermo, Recoleta, el Obelisco, la Plaza de Mayo, la Costanera Sur y la Boca, con la Bombonera rugiendo en el kilómetro 27, ese punto donde el temido “muro” suele hacer tambalear a los corredores. Allí, la hinchada no se hizo esperar: el aliento eterno de los vecinos y los tambores callejeros empujaron piernas cansadas y corazones templados.
La música en vivo le dio identidad al recorrido: tango, rock y percusión popular marcaron el pulso de la fiesta. En cada esquina hubo aplausos, carteles improvisados y chicos estirando la mano en busca del roce de los héroes anónimos que, a cada paso, vencían a la fatiga y al desánimo.
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El espíritu de comunidad
Más allá de la elite, el Maratón de Buenos Aires volvió a ser un espejo de lo que significa correr en comunidad. Lo heroico no empezó en la largada ni terminó en la meta: se forjó en meses de madrugones helados, en lesiones superadas y en esa pequeña victoria de escuchar al cuerpo pedir pausa y a la cabeza responder “un kilómetro más”.
adidas, sponsor deportivo, sumó su sello con activaciones a lo largo del recorrido y con la camiseta oficial de edición limitada, inspirada en los colores porteños, que se agotó en la expo antes de que comenzara la carrera. Un trofeo extra a la medalla, símbolo de pertenencia para miles de runners que encontraron en las tres tiras un compañero de viaje. No fue casualidad que el podio, una vez más, tuviera la huella de la línea Adizero adios Pro 4 en los pies de los ganadores.
Invitados de lujo y reconocimientos
La edición 2025 contó con un invitado muy especial: el español Martín Fiz, campeón mundial en 1995 y doble diploma olímpico, quien corrió 15 kilómetros del circuito. “No fue un día fácil por el clima, pero tenéis una gran maratón. Quiero volver el próximo año, será mi maratón número 42 en la 42ª edición de Buenos Aires”, prometió emocionado.
Además, se distinguió con la medalla “Mega Finisher” a quienes completaron los cinco maratones del circuito regional (Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Perú). Los homenajeados fueron Ivo Cassol, Leonel Noronha y Marcos S. Neto, ejemplos de pasión y constancia.
El detrás de escena: cuidar a cada corredor
Una fiesta de tal magnitud necesita un respaldo silencioso pero vital. El operativo médico fue de precisión quirúrgica: 15 ambulancias, 12 motos de primera respuesta, equipos de patinadores con DEA, más de 270 personas afectadas a la seguridad, 115.000 botellas de agua repartidas y más de 16.000 vasos de bebida isotónica entregados en el camino. Un despliegue que asegura que la emoción se viva con la tranquilidad de estar cuidados.
Una ciudad que ya se sabe maratón
Cuando el sol amagaba con romper las nubes de la tarde, Buenos Aires ya había recuperado su ritmo habitual. Pero en las calles quedaba la huella invisible de miles de pasos, la certeza de que el maratón no es solo una competencia deportiva: es una celebración de la constancia, un ritual de comunidad y un escenario en el que cada corredor —elite o amateur— encuentra su propia victoria.
Buenos Aires ya no organiza un maratón: Buenos Aires es su maratón. Y cada septiembre, con música, aliento y mucho sudor, vuelve a recordarnos que correr también es un modo de contar quiénes somos.







