Cómo controlar los factores de riesgo
La actividad física, como el running, es clave para evitar las afecciones cardiovasculares; el tabaquismo, el sedentarismo y la presión arterial, las más comunes.
Por Oscar Mendoza (*)
Se entiende por factores de riesgo para enfermedad cardiovascular (FRC) a aquellas situaciones que pueden llevar a un individuo a presentar una afección como infarto agudo de miocardio (IAM), accidente cerebro vascular (ACV), enfermedad arterial periférica, o muerte de causa cardíaca.
Ellos son producto de la vida moderna y se los puede reconocer: tabaquismo, hipertensión arterial (HTA), diabetes (DBT), trastornos del metabolismo del colesterol, sobrepeso/obesidad, sedentarismo, entre otros. Todos, en alguna medida, pueden estar presentes en forma individual o combinada en un individuo, poniendo en riesgo su salud.
Tabaquismo: muchos deportistas utilizan la “nicotina”, al fumar, mascar, o como rapé, creyendo que los hace estar más alertas, concentrados y calmos. Pero si bien esto tiene escaso aval científico, sí se sabe que la nicotina está asociada a múltiples enfermedades: puede producir cáncer de boca, lengua, faringe (en las formas que no se fuma) y cánceres, especialmente, de pulmón en los fumadores. Estos últimos son más susceptibles a las infecciones respiratorias y dado que elevan los niveles de colesterol en sangre favorecen la aterosclerosis, que puede conducir al IAM, ACV o muerte súbita. Además, tienen el doble de posibilidades para este último respecto de los no-fumadores. También tiene efecto sobre la circulación hacia las extremidades, favoreciendo la estrechez de las arterias. Por ello los individuos que fuman y tienen aterosclerosis en los miembros inferiores tienen mayor probabilidad de congelación cuando realizan actividad física en ambientes fríos.
Hipertensión arterial: el ejercicio físico regular, de carácter aeróbico, favorece la reducción de las cifras de presión arterial, siendo en promedio de 8 a 10 mmHg para la presión sistólica (máxima) y de 5 a 7 mmHg para la presión diastólica (mínima).
Diabetes: la DBT mellitus es un trastorno del metabolismo de los hidratos de carbono (azúcares, harinas) caracterizado por un aumento de la glucosa en sangre (hiperglucemia) y su aparición en la orina (glucosuria). La DBT incrementa el riesgo de sufrir una enfermedad de las arterias coronarias, HTA y enfermedades vasculares periféricas. El 80% de los pacientes diabéticos fallecen por causas de origen cardiovascular. El ejercicio físico colabora en el tratamiento de estos enfermos al favorecer el ingreso de la glucosa en el músculo en ejercicio favoreciendo el trabajo de la insulina (hormona encargada de facilitar el pasaje a la célula). Asimismo, los pacientes diabéticos deben prestar atención a sus pies, ya que la afección de los nervios periféricos puede llevar a la pérdida de sensibilidad, y al deterioro de la circulación periférica.
Trastorno del metabolismo del colesterol: si bien el ejercicio físico colabora en la reducción de los niveles de colesterol total y colesterol LDL (malo), el mayor beneficio se obtiene con el incremento del colesterol HDL (bueno) y el descenso de los triglicéridos. De esta forma se combate la aterosclerosis con la intención de disminuir la chance de tener un episodio coronario que puede llegar a ser fatal.
Sobrepeso/obesidad: el incremento en la prevalencia de estas dos condiciones en los últimos cuarenta años ha llevado a un incesante trabajo para contrarrestarlas. La actividad física es un pilar fundamental en cualquier régimen terapéutico que se diseñe para combatir este flagelo. La obesidad, a su vez, impone un riesgo significativamente superior para: HTA, DBT, enfermedades metabólicas y coronarias. Los problemas emocionales o psicológicos pueden contribuir a la obesidad y la propia obesidad puede ser psicológicamente perjudicial. La combinación de una dieta adecuada y ejercicio físico ha demostrado ser beneficiosa en el tratamiento de esta afección.
Sedentarismo: al igual que la obesidad, el sedentarismo ha aumentado en los últimos años, llegando a cifras entre el 50 y 60% de la población activa de ciudades como Buenos Aires, Rosario o Córdoba. La importancia en la lucha contra este punto se debe a que con la actividad física se pueden combatir todos los otros FRC expuestos previamente. La inactividad física dobla el riesgo de sufrir enfermedad coronaria. El entrenamiento aeróbico produce cambios fisiológicos importantes que reducen la probabilidad de sufrir afecciones cardiovasculares.
Como conclusión, podemos decir que la actividad física nos ayuda en forma silenciosa y efectiva en la lucha contra los FRC productos de la vida moderna y desarrollada. El ejercicio favorece no sólo todos los parámetros analizados, sino que mejora la “calidad de vida” de los individuos.
(*) Oscar Mendoza es cardiólogo, especialista en medicina del deporte, y maratonista. MN 70.475.