Sísifo y la inutilidad del running
Alejandro Asprella, el corredor que nos emocionó con su relato “Dicen que terminar un maratón te cambia la vida“, nos comparte una nueva historia, esta vez sobre su experiencia en las sierras de Tandil “Sísifo y la inutilidad del running”
“Los dioses habían condenado a Sísifo a empujar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso. Habían pensado, con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza”. (El Mito de Sísifo- Albert Camus)
Un argumento que escuchamos a menudo los que corremos, es sobre la cuestionada utilidad ( más allá de las consabidas ventajas del ejercicio) de un entrenamiento competitivo, de exigencia cuando se es sólo un amateur.
Argumento válido si los hay, ante el cual nosotros, a fuerza de ser sinceros, a veces también cedemos cuando nos aparece el: qué estoy haciendo acá?
Y bien que nos cuidemos de mantenerlo en secreto, o comentarlo sólo con otros runners, hay un espacio interno en el que la utilidad de estos quehaceres también en algún momento nos cuestiona.
En el running hay dos estereotipos bien definidos, que pese a compartir muchos aspectos deportivos mantienen su impronta : el corredor de calle y el corredor de trail (o cross, sin ahondar en las diferencias). Este último adhiere a su estilo con una pasión muy definida por las pendientes, las rocas, la naturaleza.
Cuando se trata del cross running la pregunta sobre el sentido de esta disciplina se torna más crítico desde ese punto de vista exterior, del observador objetivo (o amigos críticos).
En estos días participé del Cruce Tandilia (en la modalidad de 21k- que en realidad fueron 24k)
Y los amigos te dicen ( especialmente en mi caso que comencé ya de bastante grande) que… estás loco con lo que hacés y que … es suficiente con correr en el Bosque y qué sentido tiene ir a matarse a la montaña.
La presentación de la carrera en los medios gráficos , redes sociales y en los altoparlantes del Polideportivo Municipal junto al Lago del Fuerte era: “Desafío al Pre-cámbrico, las montañas más antiguas del mundo”. Esta arenga te interpelaba y no se podía permanecer indiferente ante una formulación tan atractiva y desafiante.
(Dice la enciclopedia sobre el Precámbrico : la más antigua era geológica , precede a la era primaria o paleozoica; se extiende desde la formación de la corteza terrestre hace unos 4 500 millones de años hasta el comienzo de la vida en los mares hace unos 570 millones de años).
Estos cerros, esas rocas imponían ya un respeto reverencial y le daban a la carrera un nivel cualitativo interesante.
La dureza del paisaje lo áspero del terreno , una empresa de carácter aparentemente inútil:
las cuestas rocosas, las piedras que te marcan la planta del pié, las piedras sueltas con las que deslizamos, los huecos que se apropian de las zapatillas y amenzan con rasgarlas, los desniveles violentos que tensan el tobillo al borde de la lesión.
En las carreras de calle el corredor se confronta consigo mismo, pero en el cross hay además otro interlocutor fuerte ; la naturaleza, que pone obstáculos, un desafío mineral más amenazador que el asfalto, con el que hay que lidiar y ante el cual sobreponerse.
Poder trepar las cuestas da una sensación de dominio heroico.
Nos retrotrae a recuerdos atávicos marcados en nuestro inconsciente inmemorial como una huella de antepasados : correr y luchar contra la naturaleza.
El mito de Sísifo echa algo de luz sobre este fenómeno del running . Representa un ideal humanista , alejado de los dioses por amor a la vida, pero también un símbolo de la paradojal “inutilidad” de la existencia.
Sísifo , que vivía en el infierno amaba tanto la vida que había encadenado a la muerte pero añoraba lo conocido, el sol , al aire , las rocas , el mar y no soportaba la distancia de este mundo. Con argucias engaña a los dioses que le permiten bajar nuevamente a la tierra para una visita pasajera.
Sin embargo desobedece, permaneciendo en el mundo que amaba y esto le vale su condena.
Nos parecemos mucho a Sísifo y no sólo por nuestra condición de amar a la naturaleza sino por nuestra pasión por la libertad que nos da el ir a vencer a un cerro, de conquistar las rocas.
Entrenamos un día y otro , repetimos las rutinas hasta el absurdo y cuando creemos haber llegado a una meta, buscamos otra sin solución de continuidad.
Sísifo es heroico y pertinaz ,conquista la cumbre una y otra vez.
En cada bajada, descansa, piensa, reflexiona sobre su destino. Lo acepta gustoso por haber podido disfrutar un poco más de lo que amaba pero es consciente de su paradojal contradicción: un eterno retornar.
Sin embargo cada nueva subida será para él diferente y enriquecedora.
Quienes lo observan, incrédulos, lo compadecen de su empresa absurda.
Sísifo le encuentra sentido a su tarea , sufre al subir la cuesta, goza al bajar y descubre allí el sentido de su condición de esfuerzo reiterado: Conquistar una y otra vez los cerros.
Sísifo desprecia a la muerte, a la que había encadenado, en cada subida sufre y goza al final al saber que no ha capitulado que ha vencido nuevamente su conciencia de la muerte y sigue plenamente vivo y fuerte.
“…dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre con su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta la roca. Él también juzga que todo está bien. Este universo, en adelante sin amo, no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta montaña forman por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre.
Hay que imaginarse a Sísifo dichoso”. (Albert Camus)