Una foto, una historia: Vanderlei Lima, Cornelius Horan y la maratón de Atenas 2004
Atenas 2004, los Juegos Olímpicos volvían a Grecia tras 108 años. La llama olímpica viajó por primera vez por los cinco continentes y la Argentina rompía una racha de 52 años sin medallas doradas. El 28 de agosto, el fútbol y el básquet argentino eran los grandes protagonistas de la Villa, pero aún faltaba un día más de actividad, el último, la jornada de la maratón.
El 29 de agosto, 102 maratonistas salieron de la línea de partida en el Estadio de Mármol, para muchos era un gran anhelo arrancar desde allí, ya que ahí se habían realizado los primeros Juegos de la edad moderna. Entre los competidores se encontraba el brasileño Vanderlei Cordeiro de Lima, de 35 años cumplidos en el mes de julio.
Lima nació en Cruzeiro do Oeste (no confundir con el equipo de Belo Horizonte), en el Estado de Paraná, en 1969. Comenzó en el atletismo en pruebas de medio fondo, especializándose en 3000 metros, luego pasó al fondismo y por último se dedicó a la maratón. Su mejor tiempo en la prueba madre fue en la Maratón de Tokio 1998, con un registro de 2h08m31s. Además, antes de Atenas, había participado en otras dos maratones olímpicas: Atlanta 1996 (47°) y Sídney 2000 (75°).
La prueba en Atenas se desarrollaba normalmente, Vanderlei aventajaba a su inmediato perseguidor, el italiano Stefano Baldini, por 28 segundos a la altura del kilómetro 36. El brasileño se enfilaba para ganar su primer oro olímpico y ser el primer maratonista sudamericano en ganar la prueba desde Delfo Cabrera en Londres 1948. Pero sucedió lo realmente inesperado, apareció la infame figura de Cornelius Horan. Un sacerdote irlandés vestido con falda roja, medias largas verdes, camisa blanca, chaleco verde, una boina y unos mocasines.
Lejos de ser un enviado de dios, para Lima fue un mensajero del diablo. El cura se metió desde el publicó y empujó al maratonista contra los espectadores. Vanderlei pudo reponerse, pero su ritmo ya había sido cortado. Vale destacar que no era la primera aparición pública de Horan, hace un año había tenido una menos mediática pero mucho más arriesgada. Se metió al circuito de Silverstone, en plena carrera de Fórmula 1, con un mensaje escrito que decía: “Lee la biblia. La biblia siempre tiene la razón”.
“Allí perdí varios segundos. Estaba asustado. No sabía si el loco tenía una pistola. Pero no quise llorar. No quise perder todas las esperanzas”, explicó Lima tras la prueba. Baldini y el estadounidense Mebrahtom Keflezighi lo superaron y se llevaron el oro y la plata respectivamente. Lima, por su parte, al ingresar al Estadio Olímpico de Atenas, se llevó la ovación unánime de absolutamente todos los presentes y entre aplausos y lagrimas de propios y ajenos completó la prueba madre con un registro de 2h12m11s que le valió una medalla de bronce.
Finalizada la carrera, el Comité Olímpico Brasileño le envió una carta al Comité Olimpicó Internacional (COI), pidiendo que considere la posibilidad de otorgarle una segunda presea dorada para Vanderlei. El pedido no prosperó. Pero por su determinación y valentía, el COI, condecoró al brasileño con la medalla Pierre de Coubertin, por su espíritu olímpico y deportividad. Un premio que tienen apenas 19 deportistas a lo largo de la historia, entre ellos Luz Long y Emil Zatopek.
Pero el mayor regalo para Vanderlei llegó el 5 de agosto de 2016 en los Juegos Olímpicos de Río, cuando encendió el pebetero de los primeros Juegos celebrados en Sudamérica, como el mismo dijo: “Es bronce, pero significa oro”.