Hassiba Boulmerka nació el 18 de julio de 1968 en Constantina, Argelia, bien al norte de África. Una nación aún joven, ya que fue reconocida recién en 1962, tras la guerra de independencia contra los ocupantes franceses que duró ocho años. El país forma parte del conocido “mundo árabe”, donde el islam es la religión predominante, el 98% de los argelinos son musulmanes y de lengua árabe. Boulmerka pertenece a ese grupo, aunque no es una devota religiosa.

Se inició de joven en el atletismo y decidió especializarse en las pruebas de media distancia (800 y 1500 metros). Comenzó a destacarse y eso le valió para competir en campeonatos nacionales y en algunos continentales. En agosto de 1988, con 20 años, ganó las pruebas de 800 y 1500 metros en el Campeonato Africano de atletismo, disputado en Annaba, Argelia. Aunque esos logros no trascendieron mucho en su país, le sirvieron para clasificar a los Juegos Olímpicos de Seúl 1988.

Pero, allí no cumplió con las expectativas. No pasó la primera ronda en ninguna de las dos competiciones. Formó parte de una delegación de 42 atletas, en la que solo había dos mujeres: Yasmina Azzizi (heptatlón) y ella. Argelia no obtuvo medallas en esos Juegos. Lejos de frustrarse, Boulmerka ganó nuevamente el Campeonato Africano en 1989.

Ella apuntaba al Mundial de Tokio 1991 con un objetivo claro: ser la primera mujer de África en ganar un Mundial de atletismo. Tras una preparación exigente de dos años arribó a la cita, pero solo correría en los 1500. Llegó a la serie final sin grandes sobresaltos y su gran rival iba a ser la soviética Tatiana Samolenko, medalla de oro en 3000 y bronce en los 1500, en los Juegos de Seúl. La argelina se mantuvo expectante en el cuarto y quinto puesto durante 1300 metros. Pero, en los últimos 200 superó a Samolenko y a Lyudmila Rogachova, otra excelente corredora de la URSS, con un ritmo endemoniado. Cruzó la meta primera y su sueño estaba cumplido: era la primera africana en consagrarse campeona del mundo.

Al volver a Argelia esperaba que la recibieran con bombos y platillos, pero no fue así. La opinión publica estaba dividida, unos pocos celebraban su logro y una enorme mayoría la miraba con desprecio. El Imán de Constantina, autoridad religiosa de la ciudad, la acusó de no ser musulmana y de ir en contra del islam por competir “desnuda”, (mostrando las piernas). Pasó de ser heroína a villana en cuestión de horas. “Me di cuenta de que mi victoria no era solo deportiva, que era una victoria de la mujer en Argelia”, dijo Boulmerka años más tarde. La gente la evitaba y, para más problemas, se fundó el Grupo Islámico Armado Argelino, una organización terrorista.

Intentó refugiarse y abstraerse de todo en la casa de sus padres, para llegar en condiciones a los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Pero las amenazas eran constantes, cuando intentaba entrenar la gente la insultaba y hasta, algunas veces, le arrojaban piedras. Necesitó escapar de ese caldo de cultivo para poder concentrarse y mantenerse a salvo. Para sumar más problemas, en diciembre de 1991, a siete meses de los Juegos, estalló la guerra civil en Argelia.

El conflicto enfrentó a las tropas del gobierno contra los grupos rebeldes islamitas. Estos grupos fundamentalistas no aceptaban disidencias y mucho menos una mujer que desafiara al Corán, libro sagrado del islam, por más logros que tuviera. La familia Boulmerka fue amenazada de muerte telefónicamente y ella se fue de su país natal. Se exilió en París y continuó con su preparación para Barcelona. El Comité Olímpico Internacional (COI) vio como una amenaza el tema.

Por eso, con el antecedente de la Masacre de Múnich 1972, atentado donde murieron 11 atletas israelíes en manos de terroristas, el COI decidió ponerle custodia a Hassiba las 24 horas. Los agentes de seguridad la perseguirían durante toda su estadía en Barcelona. Llegó la cita olímpica, superó ambas rondas clasificatorias sin problemas y llegó a la final. Argelia estaba dividida en dos: los extremistas, que la amenazaban telefónicamente hasta en la Villa Olímpica, y, aquellos que querían ver a una compatriota en lo más alto.

El operativo policial del 8 de agosto, día de la final, fue de película. Policías por todas partes y agentes secretos disfrazados de voluntarios. La carrera comenzó y la guardia catalana creyó identificar integrantes del Frente Islámico de Salvación. Comenzó la prueba a su ritmo y a partir de los 400 metros lideró la prueba junto con Rogachova, allí como parte del Equipo Unificado de la vieja y extinta URSS. Al igual que en el Mundial de Tokio, en la última vuelta Boulmerka apuró el paso.

El sprint final fue a toda orquesta y sus piernas “desnudas” consagraron a Hassiba Boulmerka como la primera atleta de Argelia en ganar un oro olímpico, también fue la segunda musulmana en hacerlo. La anterior había sido la marroquí Nawal El Moutawakel, en Los Ángeles 84. En el éxtasis del festejo, se acercó a la tribuna y los agentes disfrazados trataron de detenerla, no pudieron. Allí se fundió en un abrazo con un atleta argelino que sabía por todo lo que había pasado. Se retiró en 1996 y consiguió algunos logros más, el más destacado fue el Mundial de Gotemburgo 1995. Años más tarde regresó a su Argelia natal, donde la condecoraron como la mejor atleta de los últimos 50 años del país. Actualmente, trabaja en el COI en la lucha de la ampliación de los derechos de las mujeres.

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