El salto en alto es una de las disciplinas que siempre ha dicho presente en el programa olímpico, desde Atenas 1896 y el primer medallista de oro fue el estadounidense Ellery Clark, con una marca de 1.81 metros. La primera curiosidad de la prueba llegó en Londres 1908. El ganador fue el norteamericano Harry Porter (no confundir con Harry Potter) y hubo un triple empate por la medalla de plata, al mejor estilo Tamberi y Barshim en Tokio 2020. Los plateados fueron el británico Cornelius Leahy, el húngaro Istvan Somody y el francés Géo André.

Para superar la barra existían distintos tipos de técnicas, ningún atleta se animaba a innovar mucho. Los primeros ganadores utilizaban el salto frontal, que consistía en ir corriendo de forma recta hacía el objetivo, saltarlo de frente y caer parados con ambas piernas. Luego, llegó el salto tijera, los competidores tomaban algo de carrera y saltaban un poco de costado, pasando primero una pierna y posteriormente, la otra. Para Los Ángeles 1932 llegó el “straddle” o rodillo. Los saltadores ahora realizaban el salto de costado y hacían una especie de rulo en el aire para caer acostados en una colchoneta, arena o cama de heno.

Pero en el deporte no es frecuente que un deportista aplique una innovación que cambie la historia para siempre. Para los Juegos de México 1968, el estadounidense Dick Fosbury tenía un as bajo la manga.

Dick Fosbury arribó con 21 años a las tierras aztecas, oriundo de Portland, rubio, de ojos verdes y de 1.93 metros. No tenía mucho éxito con la técnica del rodillo. Pero no se frustró, ya desde 1963 trabajaba en una nueva forma de saltar. Él corría hacía la barra siguiendo una trayectoria curva, para que la aproximación final a la vara fuera en dirección transversal con el objetivo de saltar de espaldas y con el brazo más próximo extendido. Esto, en un principio, generaba las risas de sus compañeros y hasta de su entrenador Berny Wagner, quien definía este estilo como “un atajo hacía la mediocridad”.

En 1966, Wagner, en un intento de hacerlo quedar como alguien menor, le propuso filmarlo para que él mismo se vea y recapacitara. Con una sonrisa socarrona, el entrenador encendió la cámara y grabó a su pupilo. Cuando le mostró la filmación, se dio cuenta que Dick había superado la vara muy sobrado. Finalmente, el que recapacitó fue Wagner y se dio cuenta que Fosbury tenía algo especial, por ese entonces, tenía apenas 19 años, y se pusieron a trabajar en conjunto para perfeccionar el nuevo “Fosbury Flop”. Junto con la técnica, también nació la grieta del atletismo estadounidense: los puristas defensores del Straddle y los revolucionarios del Fosbury Flop.

Entonces, llegaron los Juegos Olímpicos de México 1968 (los mismos del Black Power con Tommie Smith y John Carlos), el atletismo norteamericano partido en dos, el resto del mundo no tenía ni idea de esto y la revista Track and Field News vendía el evento como “el grupo más duro jamás reunido para luchar por el título Olímpico”.

La mesa estaba servida para una prueba que iba a quedar en la historia. El récord olímpico estaba en manos del soviético Valeri Brúmel, desde Tokio 1964 con una marca de 2.18 metros. Pero Brúmel no formaba parte de la prueba (había sufrido un accidente en una moto en 1965 que casi lo retira).

En la previa, Fosbury no figuraba entre los candidatos a llevarse el oro, pero a pasos agigantados fue superando cada salto en el primer intento con su nueva técnica. La vara se elevó a 2.18 metros (el vigente récord olímpico) y cinco atletas quedaban en carrera, dos soviéticos y tres norteamericanos. La Guerra Fría decía presente en la Ciudad de México. Dick, otra vez en su primer intento, superó la barra y se aseguró una medalla. El listón subió a 2.20 y ahora quedaban dos “yanquis” y un “rojo”: Fosbury, Valentin Gavrilov y Edward Caruthers. El trío superó la marca al primer intento e irían por los 2.22, la revista Track and Field News tenía razón, la prueba era una carnicería.

2.22 metros, Fosbury los supera a la primera. Su compatriota, Caruthers, también los salta. Gavrilov, eliminado tras fallar los tres saltos. Estados Unidos se aseguraba el oro y la plata en una disciplina que no ganaba desde Melbourne 1956. La vara se elevó por última vez, 2.24 metros. Fosbury vs Caruthers, el Fosbury Flop vs el Straddle, los revolucionarios vs los puristas.

Caruthers falló sus tres intentos y Fosbury no había podido en sus primeros dos, pero en el último hizo historia. Saltó y el público estalló, marcó un nuevo récord olímpico y se colgó la medalla de oro, dejó de ser el hazmerreír de sus compañeros para dejar un legado enorme en la disciplina. Pocos deportistas marcaron tanto un deporte como Fosbury lo hizo en el suyo. Más allá de no poder clasificar a Munich 1972, lo que dejó fue enorme. En esos Juegos Olímpicos, los de 1972, 28 de los 40 saltadores utilizaron el nuevo estilo. El straddle quedó en el olvido y se vio por última vez en Seúl 1988. En 1993, Dick Fosbury fue elegido como miembro del salón de la Fama Olímpica de Estados Unidos.

¿Qué te pareció esta nota? Dejanos tu comentario y compartila