Objetivo cumplido, sueño compartido…
Franco Salazar, aquel que nos había emocionado con su historia “Corriendo voy..“, ahora nos comparte su historia en la Media de Baires “Objetivo cumplido, sueño compartido..“:
Ya el día previo estaba tenso, nervioso, ansioso también, sin poder pensar en otra cosa, tal es así que un fuerte dolor de cintura se apodero de mí. Era esta la expresión de que mi cuerpo usaba para somatizar, para dejar salir lo que por dentro ocurría. Todo lo creamos nosotros, también los problemas de salud. Me tome un relajante muscular, un plato de fideos blancos por la noche y a descansar porque el día tan esperado había llegado al fin.
Por la mañana, un vaso con yogurt y un par de tostadas con queso serian todo el desayuno. Los bosques de Palermo, a metros del Planetario el lugar para la gran cita con el deporte, con la voluntad y el esfuerzo. El día de correr la media maratón, Media de Baires, lo que tanto había esperado había llegado, veintiún largos Km me separaban de lo que había soñado.
Nicolás, mi hermano nos llevaría hasta el lugar, trasnochado y alegre se hizo presente a la hora acordada. Al llegar el cuida coches del lugar le dijo: “Ehh amigo vos tas mas borracho que yo” Risas…
Unas pocas fotos y un buen calentamiento nos separaban del ansiado comienzo. Dos minutos antes, con Facundo nos acomodamos entre la multitud, unas 4000 personas que creaban un marco imponente, se notaba en el aire su densidad, que según dicen es la adrenalina eso que sentimos momentos antes de la largada, no sé si es una necesidad o una emoción, o bien es simplemente una hormona capaz de contener las emociones, como sea desde lo particular es una estado del que aprendí a disfrutar y que me hacia recordar a los finales que daba cuando estudiaba.
Es hasta acá donde recuerdo con claridad, pues una vez empezada la carrera solo corrí y corrí, sin pensar, sin sentir, solo ponía un pie atrás del otro, manteniendo bajo todo concepto bien erguida la columna, era eso lo que me permitía siempre llenar bien de aire los pulmones. Había pensado mucho que estrategia de carrera seguir, había leído al respecto, estaba entre arrancar corriendo al máximo de mi capacidad aun al precio de bajar la intensidad en el último tramo de la carrera. También en hacer exactamente todo a la inversa arrancar tranquilo para darle gas al finalizar la competencia. Nada me convencía enteramente, era desconcierto lo que tenia, claro era mi primer experiencia en tan exigente desafío.
Decidí finalmente escuchar mi cuerpo, sentirlo, dejar que surja en el momento y así lo hice. Ese desconcierto tampoco me hacía perder de vista que me había preparado mucho durante un plazo prolongado de tiempo, que el cuerpo tiene memoria y que este, junto a mi mente sabrían que hacer en ese preciso momento. Confiaba que “ese no que”, ese plus que te da el contexto que rodea a un evento de esta naturaleza, reaparecería como en cada carrera.
Los primeros Km fui de 5.30 a 5.10 min por cada kilómetro hasta el km 14, que según refieren experimentados corredores es junto al km 15 de los más difíciles, 2/3 de carrera estaban adentro, fue ahí y no antes cuando empecé a contar regresiva e involuntariamente en kms hasta la llegada. Cada Km el reloj me tiraba un alerta con las marcas, eso me traía al plano de lo terrenal. No sé y ni remota idea tengo donde estaba mi cabeza entre km y km. Me abstraía, no estaba yo ahí, deje la cascara, el yo físico, la superficie, mi SER no estaba. Es un hermoso estado espiritual, es estar flotando en el aire sin nada de que ocuparse.
Mientras tanto había un cuerpo ahí corriendo y corriendo, que repetía una y otra vez simples movimientos coordinados, sin despegarse un solo instante de la poca técnica aprehendida en estos meses. Debía cuidar el consumo de energía, pero mi cuerpo ya estaba acostumbrado, lo podía hacer por si, sin tener siquiera que pensar en ello.
Sentir, sentí al llegar, al cruzar la línea de llegada, ante un marco verdaderamente imponente, la emoción hasta acá contenida lleno inmediatamente mis ojos de lágrimas y aunque no hice nada para impedirlo no alcance a llorar.
No sufrí en ningún pasaje de la carrera, no maldije ni pensé jamás que “joraca” hago acá como asiduamente me pasa en los entrenamientos. Lo disfrute y me di cuenta cuando ya había terminado. Una hora cuarenta y ocho segundos fue mi tiempo, estaba orgulloso por el esfuerzo y que este diera sus frutos. Supere ampliamente mis expectativas, que solo era llegar.
Para el final deje un condimento que hizo a esta simple carrera en un momento muy especial para mí, especial como todos aquellos sueños capaces de ser compartidos. Conseguí -o nos conseguimos mutuamente- un compañero, mi primo hermano Facundo que al igual que yo estaba haciendo su primer 21 k. Fuimos juntos toda la carrera y aunque no íbamos hablando ambos sabíamos que estábamos dando lo mejor de nosotros, que pondríamos en práctica todo lo que nos habíamos preparado. Es un recuerdo que guardaré por siempre, el abrazo en la llegada expresaba la alegría de haber cumplido un sueño deportivo.
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