Decisiones que duelen. Resoluciones que molestan. El atletismo argentino, una vez más, es víctima del accionar de dirigentes que deciden sin medir consecuencias. A seis días del viaje de la Selección argentina de Atletismo al 52º Sudamericano de Guayaquil, Ecuador (29 al 31 de mayo), que debió hacerse en el país pero por la pandemia de Covid-19 se cedió la sede, el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD), con previa confirmación el martes pasado de que el chárter estaba asegurado, este jueves, sin remordimiento alguno más que una carta, decidió reducir la delegación que estaba integrada por 61 personas (20 atletas mujeres, 30 atletas hombres y 11 de staff técnico) a apenas 17 atletas y 2 técnicos.

En verdad, el Enard sólo quería que viajara una delegación mínima aduciendo “que había atletas sin nivel técnico” (sic textual del Enard).

La gravedad es que muchos de los atletas se juegan en Guayaquil los últimos puntos que los casifique a los Juegos Olímpicos de Tokio (23 de julio al 8 de agosto de 2021). Pero no importó. Atletas que costearon de sus bolsillos (no todos poseen becas) largas preparaciones, por caso en Cachi, Salta, se quedarán sin subir al avión. Atletas que no tienen VISA deberán viajar por tierra hasta Tarija, Bolivia, para luego tomar el avión hacia Ecuador. Otros, lo harán vía Estados Unidos. Un equipo que llegará al Sudamericano lejos del ideal físico y mental. Acaso, una Selección nacional distorsionada y golpeada. Ilusiones que se esfuman, otra vez, como agua entre las manos. Sueños que rayan el milagro al que está sumido el deporte de alto rendimiento.

La Confederación Argentina de Atletismo (CADA) intentó torcer una decisión que estaba tomada inconsultamente. En rigor, el Enard, según se pudo corroborar, cuando confirmó 8 atletas y “se dejó torcer el brazo” para aumentar a 19 la delegación, lo hizo para mostrar supuesta buena voluntad. “No es un capricho. Queremos viajar porque nos ganamos representar al país. Nos lo merecemos”, contó la velocista Florencia Lamboglia.  Y agregó: “Es todo muy injusto e ingrato. Estoy decepcionada, pero no me sorprende”.

Por su parte, el velocista Franco Florio dijo: “Nos comunicaron ayer esta decisión. ¡A días del viaje! Nos explicaron de la CADA, en un Zoom, que la orden la dio el Enard porque adujo no tener presupuesto. Sé que no depende de la CADA, el Enard es quien decide. No vamos a bajar los brazos. No se trata solo de los atletas que tienen chances de ir a Tokio. Es mucho más grande, atletas jóvenes con proyección para París. Competir en un Sudamericano es fundamental porque el año que vienen hay dos mundiales (uno indoor) en Oregon”.

Mientras que el marchista Juan Manuel Cano contó que así “me quedaría sin chance alguna de conseguir los últimos puntos para estar en Tokio. Sólo eso pido, que me dejen ganarme mi lugar en los Juegos Olímpicos, como siempre lo hice: marchando”. Cano, de competir, podría conseguir su cuarta participación olímpica consecutiva. Ya lo hizo en Pekín 2008​ (puesto 40), en Londres 2012​ (puesto 22) y en de Río de Janeiro 2016 (puesto 51).

Ahora, la delegación quedará integrada por Belén Casetta, Germán Chiaraviglio, Joaquín Gómez, Florencia Borelli, Carolina Lozano, Luciana Gómez Iriondo, Guillermo Ruggieri, Mariana Borelli, Diego Lacamoire, Maxi Díaz, Federico Bruno, Ailén Armada, Julián Molina, Ignacio Carvallo, José Zabala, Nazareno Sasia, Carlos Layoy (como atletas) y los entrenadores Leonardo Malgor y Diego Vicentini.

Afuera quedaron 42 integrantes de la delegación original para volver a dejar en evidencia que, en verdad, el deporte de alto rendimiento poco importa. Lo que vale, no hay dudas, es que ellos, los dirigentes que comandan el alto rendimiento, se aseguren el viaje y su estadía en Tokio. Al cabo, los atletas quedan reducidos a la nada misma y se convierten en prisioneros de situaciones inadmisibles.

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