Ocupan las tapas de los diarios del mundo gracias a sus éxitos, récords y medallas. Kenia y Etiopía son el Superclásico de las carreras de fondo y medio fondo, dos escuelas del atletismo. Pero, ¿cómo es que estos dos países del centro este de África, con altos índices de pobreza son una fábrica en potencia de sacar corredores?

Primero, lo primero. Según el último censo, en 2020, Kenia cuenta con una población de 53 millones de habitantes, esto lo avala el Banco Mundial. Además, tiene una densidad de 93 habitantes cada kilómetro cuadrado. Por su parte, Etiopía tiene 115 millones de habitantes y una densidad de 101 personas por kilómetro cuadrado. En cuanto a los índices de pobreza, no son tan actuales. El último estudio del índice de pobreza del Banco Mundial en Kenia fue en 2015 y arrojó que el 36,1% de los keniatas son pobres. El mismo, se realizó, también el mismo año, en Etiopía y el resultado lanzó que el 23% de la población etíope es pobre.

En ambos países las carreras se viven a flor de piel. El documental “Maraton Man” muestra que, como en Argentina desde muy pequeños los pibes juegan en el potrero, en Kenia y Etiopía corren. Lo llevan en la sangre, y no corren por correr, corren a ritmos veloces. Y, también, porque saben que puede ser la herramienta para sacar a sus familias de la pobreza. He aquí uno de los por que son grandes potencia. Además, el documental muestra que no corren en pistas de material ni en grandes centros deportivos. Sino en calles o pistas de tierra. Muchas veces, descalzos.

Fernando Díaz Sánchez, es entrenador de atletismo y hace diez años forma parte de la Confederación Argentina de Atletismo (CADA), recientemente estuvo en Cali como team leader de la delegación nacional para los Juegos Panamericanos Junior. El experimentado preparador de 45 años brindó su testimonio: “El primer plano que destaco es el plano cultural. Nuestros niños (los argentinos) desde temprana edad juegan al fútbol, en su mayoría es el deporte más practicado. Lo practicamos de forma recreativa, de forma competitiva, algunos federativa, desde temprana edad, nos rige, nos marca. En África, más particularmente en Kenia, Etiopía, Uganda y Eritrea, el correr es un acto natural, es un acto natural. Ir al colegio, ir a buscar agua o reunirse con amigos. Para ellos el correr es una actividad propia. Entonces, es muy común que se dediquen una gran cantidad de jóvenes”.

Pero, al igual que el fútbol en Argentina, no todos llegan a la gloria o a ser profesionales. World Athletics, el máximo ente del atletismo mundial, indica que ambos países cuentan con más de 60 atletas inscriptos, cada uno. Todos ellos en carreras de fondo y medio fondo, ósea: 800, 1500, 3000 con obstáculos, 5000, 10.000 metros, media maratón y la maratón.

Eulalio Muñoz, corrió la maratón de Tokio 2020 y finalizó 31, siendo el mejor argentino desde el décimo puesto de Osvaldo Suárez en Roma 1960. Coco, nacido en Gualjaina, provincia de Chubut, también dio su testimonio sobre el fenómeno de los africanos: “Para mí son de otro mundo, son de otro nivel. Yo creo que nada es imposible en la vida, pero es muy difícil poder hoy por hoy competir contra ellos. También influye mucho el lugar en el que viven, el como viven, correr para ellos también es una manera de poder salir de la pobreza, por ende, no hay solo uno que se va esforzar en ese sentido, sino que hay muchísimos. Uno siempre ve vídeos y verlo a Kipchoge correr con 30 o 40 personas más que van al mismo ritmo es algo que te deja pensando. El hecho de decir no es que hay uno que corre en dos minutos tres segundos, sino que hay muchísimos”.

Por casualidad, o no, los dos países, Kenia y Etiopía, participaron por primera vez de un Juego Olímpico en Melbourne 1956. Gracias a los procesos de independización que se estaban llevando a cabo en África post Segunda Guerra Mundial. Según el Comité Olímpico Internacional, Kenia presentó 25 atletas y ninguno consiguió una medalla. Etiopía, apenas 12 atletas y el resultado en cuanto a metales fue el mismo: ninguno.

Pero, cuatro años más tarde en Roma 1960 llegó el primer cimbronazo. El etíope Abebe Bikila ganó la Maratón, descalzo. Este logro significó la primera presea dorada para un atleta negro de un país africano. Bikila sirvió de ejemplo de que la África subsahariana también era capaz de tener grandes logros a nivel deportivo. Como si fuera poco, revalidó el título en Tokio 1964, esta vez con zapatillas. Es uno de los tres atletas, a lo largo de la historia, que ganó dos veces seguidas la maratón olímpica. Si hay que buscar un precursor y un responsable de este fenómeno, sin dudas que es Bikila. Tan así fue el suceso que la maratón de México 1968, también la ganó un etíope: Mamo Wolde.

Actualmente, el medallero del COI, muestra que Etiopía está novena en medallas en atletismo a nivel olímpico. Con 45 medallas en total desde la primera en 1960, se debe tener en cuenta que por distintos motivos no participó de Montreal 1976, Los Ángeles 1984 y Seúl 1988. Por su parte, Kenia ganó por primera vez una medalla en Tokio 1964 gracias al bronce de Wilson Kiprugut en los 800 metros. Actualmente, ocupa el puesto 7 del medallero en el atletismo con 79 preseas totales y no participó en Montreal 76, al igual que Etiopía, ni en Moscú 1980, por el boicot del Bloque Occidental durante la Guerra Fría.  Desde Roma 1960 hasta Tokio 2020, se corrieron 16 maratones olímpicas. De las cuales, 9 tuvieron un ganador africano: 4 etíopes, 3 keniatas, un ugandés y un sudafricano. Y, solamente en 5 oportunidades no pudieron subirse al podio. Son los amos y señores de la disciplina.

Díaz Sánchez también opinó sobre la estrategia de carrera de los africanos: “Su capacidad de resistencia es diferente, hay muy pocos occidentales en el plano de la maratón que pueden lograr aguantar su ritmo después de los 30 kilómetros o 35 kilómetros. Allí tienen un plus, tienen una capacidad de entrenamiento mayor. Hay entrenadores occidentales que explican que ellos trabajan la mayor capacidad al mayor ritmo que pueden durante determinada fracción de tiempo. No alargan el tiempo si la intensidad decae. Renato Canova, el legendario entrenador italiano, cuenta que un atleta europeo prefiere correr una hora y media a un ritmo de 85%/88%, y un africano corre 95% una hora, y corta, no extiende el tiempo si no puede mantener la intensidad. En maratón, media maratón y 10.000 metros, el último cuarto de carrera es de los africanos”.

La Federación Mundial de Atletismo, World Athletics, también muestra que los 10 mejores tiempos de la historia en la maratón son todos de keniatas y etíopes, siendo el más rápido el de Eliud Kipchoge en Berlín 2018 con un registro de 2 horas un minuto y 39 segundos. En cuanto a las mujeres, 9 de las mejores 10 marcas se reparten entre keniatas y etíopes, la mejor es la de Brigid Kosgei en Chicago, en 2019, con un tiempo de 2 horas 14 minutos y 4 segundos. Ambos atletas son oriundos de Kenia.

Eliud Kipchoge, de 37 años recientemente cumplidos, es el gran exponente de la actualidad. Participó por primera vez de un Juego en Atenas 2004, con apenas 20 años, y se colgó la medalla de bronce en los 5000 metros, finalizando por detrás del mítico etíope Kenenisa Bekele. También participó en Pekín 2008 de la misma prueba y mejoró su resultado, ya que fue segundo, otra vez, por detrás de Bekele. Para 2013, decidió incursionar en la maratón y no se equivocó. Ganó en Río 2016 y Tokio 2020, siendo otro de los tres atletas en ganar de forma consecutiva la prueba madre en la cita olímpica. Además, posee el récord mundial en los 42 kilómetros 195 metros, aunque su gran objetivo ya es otro: ser el primer atleta de la historia en bajar las dos horas.

Muñoz también habló sobre su experiencia olímpica y como es correr contra ellos: “En un sentido creo que desde el vamos ya los kaniatas y los etíopes tienen la ventaja y, obviamente, después ellos hacen una carrera estratégica. Cuando se trata de medallas, por ejemplo, en los Juegos Olímpicos, yo tuve la posibilidad de ir con ellos hasta el kilómetro 30 a 40 segundos. Es decir, que por ahí resulta muy difícil. Pero en ese sentido creo que ellos también buscan cuando hacer marcas o cuando buscar ganar las medallas. Kipchoge este año en los Juegos Olímpicos fue hasta los 30 kilómetros con 20 corredores más y después decidió hacer un cambio de ritmo y pasó lo que pasó. Nos sacó a todos más de cinco o diez minutos”.

El fenómeno de los africanos en el atletismo tiene también respaldo científico. Hace 16 años, en el 2005, un conjunto de científicos indagó en qué consiste la “magia de Kenia y Etiopía”. Un equipo dirigido por el fisiólogo de Suecia Bengt Saltin comparó en la década de los ‘90 a los corredores keniatas con sus pares escandinavos. Las conclusiones de su trabajo están publicadas en la prestigiosa revista “Science”. Una de las principales cosas que llamó la atención al grupo de científicos fue la superior capacidad de resistencia de los africanos. ¿La explicación? Ellos gastan menos oxígeno y con la misma cantidad los keniatas pueden correr un 10% más de distancia que los corredores europeos porque lo consumen más lentamente. Alejandro Lucia Mulas, catedrático de fisiología del ejercicio en la Universidad Europea de Madrid, explicó que “los africanos gastan una cantidad menor oxígeno al correr, principalmente porque son más ligeros y su relación altura-peso es más favorable que la de otros atletas”.

“Science” también da otro dato de vital importancia: las piernas. El equipo de Saltin encontró otra prueba para explicar la superioridad de Kenia. Esta rige en las piernas, las de los africanos son más delgadas que las de los europeos, lo que implica un menor consumo de oxígeno. Se estima que, gracias a esta delgadez de las extremidades inferiores, los atletas africanos gastan un 8% menos energía que los demás para correr un kilómetro. Mulas indicó: “A estos atletas les cuesta menos levantar las piernas y hacen un esfuerzo menor que los corredores de otras partes del mundo, por lo que regulan muy bien su energía durante la carrera”. Pero la capacidad de resistencia y la constitución de sus piernas no son los únicos elementos que constituyen la destacada habilidad de los africanos para las carreras. Estos atletas además tienen mayores concentraciones de una enzima que ayuda al organismo a la oxidación de los ácidos grasos y contribuye a que los músculos proporcionen más energía.

Entonces, ya tenemos algunos motivos: corren desde pequeños, tenemos al responsable de encender la llama, Bikila, y, también, la cuestión genética.

Pero más allá de la ciencia también hay un lugar mítico en esta historia: El Gran Valle del Rift. Se encuentra a más de 2400 metros de altura y atletas profesionales y aficionados de todos los rincones del mundo viajan todos los años a esta Meca para conocer el secreto de los keniatas. Díaz Sánchez dio su punto de vista sobre este tema: “Su alimentación, la altura donde viven afecta. El Valle del Rift tiene entre 2000 y 3200 metros de altura, esas condiciones se predisponen para esta actividad. No todo el mundo hace atletismo,  no todo el mundo corre, no todo el mundo es delgado y dotado físicamente, pero la cantidad de estamentos culturales hace que corra mucha gente y que tengan un gran caudal de atletas”.

Aunque según Kipchoge no hay tanto secreto, sino disciplina y amor por el deporte, a una entrevista al Diario El País le dijo: “¿La clave? No hay más secreto que amar este deporte. Mi vida es correr, no puedo imaginarme en otra cosa”. La nota también revela que el atleta entrena de lunes a sábado desde las 6 de la mañana por los caminos del valle, y, los domingos se entrena a 20 kilómetros de allí en la pista de Eldoret. Uno de los grandes trucos de Kipchoge es su mentalidad positiva, gracias a su sonrisa, logra engañar a su cerebro y así olvidar los dolores musculares y disfrutar de la carrera.

Los keniatas son sumamente disciplinados, en los grupos de corredores todos limpian los lugares de uso común y cada uno lava su ropa. Kipchoge incluido. Esto también sirve para mantener la humildad en los grandes y para que los jóvenes aprendan de sus ídolos.

Documentales y El Diario El País describen a la perfección como es el centro de entrenamiento. Un jardín con sillas de plástico alrededor de algunos árboles y unas cuantas vacas en la zona para tener leche fresca (otro secreto es su alimentación a base de alimentos orgánicos). En la parte construida, una habitación chiquita para masajes, otra con una tele y una biblioteca, una humilde cocina y una sala larga para comer. Además, dos zonas separadas, una para los varones y otra para las mujeres donde están las habitaciones de los atletas y los baños. Nada de lujos, solo lo justo y lo necesario.

Kipchoge se acercó de adolescente al campo y allí conoció a Patrick Sang, su entrenador. El mismo dijo en una entrevista sobre su pupilo: “El centro se ha convertido en un ejemplo de este tipo de entrenamiento y de vida.  Eliud vino a pedirme un programa de entrenamiento cuando era adolescente y cada dos semanas volvía a por más. Tenía muy claro lo que quería conseguir”. Y vaya si Kipchoge, los keniatas y los etíopes lograron trascender en el plano deportivo y cultural.

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