Tener un dolor abdominal cuando estás entrenando puede ser bastante habitual, aunque no se sabe con exactitud por qué se da, muchos expertos en la materia dicen que se genera este dolor debido a una reacción producida por una sobrecarga en el diafragma, que es un músculo en forma de cúpula que separa la cavidad torácica (pulmones y corazón) de la cavidad abdominal (intestinos, estómago, hígado, etc.).

Cuando inhalás, el diafragma se contrae y agranda el espacio disponible en la cavidad torácica. Después de inhalar, el diafragma se relaja y el aire es exhalado por la contracción de los pulmones y de los tejidos. Esta sobrecarga del diafragma puede darse por una acelerada respiración.

Este dolor abdominal tiende a aparecer en las actividades que conllevan movimientos bruscos del cuerpo y en donde la respiración se ve comprometida y exigida mucho más de lo que el organismo está acostumbrado a realizar.

Las puntadas (como se le dice a cuando se sufre este tipo de dolor abdominal), se deben a que el corredor está teniendo una respiración entrecortada, lo que provoca que el cuerpo experimente una falta de oxígeno y el diafragma se restrinja.

El adjetivo estrella para que te grabes y así prevenir tanto las puntadas como cualquier lesión o dolor es: gradual. La clave es respetar un proceso progresivo: de poco a mucho; de liviano a pesado; de despacio a rápido; y de esporádico a frecuente, de la forma más gradual posible, dentro de la sesión de entrenamiento y de la planificación general”, explica Carolina Rossi, entrenadora nacional de atletismo y corredora.

Otra de las formas para prevenir este dolor es: evitar correr o realizar cualquier ejercicio inmediatamente después de haber comido una comida pesada, ya que el cuerpo tiene que hacer el proceso de digestión; tomar agua antes y durante la actividad física; realizar un adecuado calentamiento, previo al ejercicio; y respirar de manera lenta y profunda durante el entrenamiento.

Además, Rossi advirtió de qué hacer si sufrís una puntada en medio de un entrenamiento: “Fácil: bajar el ritmo. Si estás corriendo, pasás a un trote; si estás trotando, caminás un poco hasta que se pase. Si estás caminando, disminuís la marcha, y si aún persiste el pinchazo, te detenés del todo”.

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