1912, año en el que se sancionó la Ley Sáenz Peña en Argentina (que desechó el voto calificado y estableció el sufragio a universal, secreto y obligatorio y el sistema de lista incompleta), se fundó el club Temperley, se disputaron los Juegos Olímpicos de Estocolmo y, también, se hundió el Titanic, el barco más grande del mundo en ese momento.

El Transatlántico que partió desde Southampton, Inglaterra, el 10 de abril y tenía como destino la ciudad de Nueva York, Estados Unidos. Pero en la madrugada del 14, el navío colisionó contra un iceberg que provocó el hundimiento y la muerte de  alrededor de 1500  tripulantes. A bordo iban 2208 personas y dos de ellas eran atletas olímpicos: el estadounidense Richard Norris Williams y el británico Cosmo Edmund Duff-Gordon.

Williams era tenista y se lo podría considerar como un héroe en esta historia. Por aquel entonces, tenía 21 años y su sueño era ganar el US Open que se disputaba desde 1881.  Viajaba en primera clase junto con su padre. Al momento del accidente, decidieron saltar de la nave, el agua parecía un lugar más seguro que el Titanic viniéndose a pique. Antes de eso, habían roto una puerta para rescatar a un pasajero que no podía salir y, en el agua, donaron sus chalecos salvavidas a otros náufragos. Richard logró sobrevivir tras seis horas en el agua y su papá no lo consiguió.

Una vez en tierra, los médicos le recomendaron amputarle las piernas, pero él se negó. Y acertó en su decisión, porque tres meses después volvió a jugar al tenis, contra su compatriota Karl Behr, otro superviviente del Titanic, en la primera ronda del Longwood Challenge Bowl, de Boston, con victoria de Behr. Williams también ganó dos US Nationals, en 1914 y en 1916, y en los Juegos Olímpicos París 1924 consiguió la medalla de oro en dobles mixtos, junto con Hazel Wightman . Además, luchó en la Primera Guerra Mundial y tiene dos galardones: la Croix de Guerre (cruz de guerra) y la Legión de Honor.

Pero no todos fueron héroes. Además de Behr y Williams, a bordo del Titanic viajaba Sir Cosmo Edmund Duff-Gordon. El británico de, por aquel entonces, 49 años ya era medallista de plata en esgrima y ayudó a conformar el equipo de ese deporte para Londres 1908. Estaba en primera clase junto con su mujer, la diseñadora de moda, Madame Lucile, pero su comportamiento no fue de primera.

Al momento del hundimiento, al mejor estilo del prometido de Rose en la película Titanic, no hizo caso a la orden de “mujeres y niños primero”. Al primer bote salvavidas que vio se subió junto con otros 11 pasajeros, aunque podían subirse hasta 40 personas.  Como si fuera poco y para completar el combo, les ofreció dinero a quienes estaban a cargo de los botes para no regresar a salvar a otras víctimas. Por estos actos, es conocido como “el cobarde del Titanic”.

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