Especialista en 1500 y 5000 metros, aunque sus inicios en las carreras fueron piques cortos en las calles de Torrance, Estado de California. Pero esos piques no eran por entrenar o porque le gustase el atletismo, sino porque era un delincuente callejero. Probablemente, respondería correctamente a la pregunta que se hizo siempre el Doctor Bilardo de por qué los ladrones no se desgarran.

Nació el 26 de enero de 1917, en Olean, Estado de Nueva York, un pequeño condado a cinco horas de la Gran Ciudad. De familia italiana, con apenas dos años fue diagnosticado de neumonía; por ese problema los Zamperini se mudaron a Torrance, un lugar bastante más caluroso y seco. En su adolescencia, Louis conoció los malos vicios de las calles, comenzó a robar junto a un grupo de amigos. Su familia y conocidos trataban de encarrilarlo, por su bien y porque ya estaban podridos de las recurrentes visitas de la policía por las macanas del segundo hijo del matrimonio compuesto por Anthony Zamperini y Louise Dossi.

Louis tenía tres hermanos, Pete, el mayor, Virginia y Silvie. Pero fue el varón el que lo metió en el mundo del atletismo, lo motivó y lo llevó a probarse a sí mismo. La primera experiencia fue en la pista de la escuela, corrió 660 yardas, unos 600 metros y en una entrevista, el recuerda esta situación: “No sufrí tanto en mi vida como en aquel momento, sentí dolores, agotamiento y severos calambres. Solo podía pensar que aquello era absolutamente horrible”, aún no sabía lo que vendría varios años más adelante.

De esta forma, Zamperini comenzó a destacarse en las carreras y comenzó a ganar algunos campeonatos escolares, era realmente veloz. De ser un chorro pasó a ser un atleta disciplinado y fanático del entrenamiento, el deporte cambia realidades desde siempre. Los buenos resultados nacionales lo llevaron al máximo sueño de cualquier deportista: competir en unos Juegos Olímpicos. Competiría en una de las citas olímpicas mas recordadas de la historia, la de Berlín 1936, los Juegos de Hitler. Corrió en los 5000 metros y terminó octavo, diploma olímpico, nada mal para un joven de 19 años. Pero su última vuelta llamó la atención de la mayoría de los presentes, sobre todo de uno: Adolf Hitler.

 

Los 400 metros finales fueron un festival del Tornado de Torrance, marchaba 12°, aceleró el ritmo, superó a cuatro rivales y en 56 segundos terminó esa vuelta, siendo la más rápida de toda la prueba. Por eso, el Führer le pidió expresamente al ministro de propaganda, Josep Goebbels, conocer al norteamericano. Finalmente, se encontró con el hombre más infame de la historia en una base militar, lo presentaron como el atleta más joven del equipo estadounidense y el dictador exclamó: “Ah, vos sos el chico que corre tan rápido”.

 El mundo entero ovacionó a Louis Zamperini y la ovación fue tan grande como el ruido del estallido de la Segunda Guerra Mundial, el 1 de septiembre de 1939. De 1936 al 7 de diciembre de 1941, el Tornado compitió para la Universidad del Sur de California. Ese día los japoneses atacaron sorpresivamente la base militar de Pearl Harbor y el patriotismo llamó al atleta, se unió a la Fuerza Aérea Estadounidense, de donde se graduó en 1942. Posteriormente, fue enviado al frente del pacifico como director de bombardeo para luchar contra los japoneses de Hideki Tojo (primer ministro japonés).

Su avión era un B-24 D Superman, una nave muy pesada, con capacidad para llevar hasta 3700 kilos en bombas. Pero el 27 de mayo de 1943, en un vuelo de reconocimiento, su vida cambiaría para siempre. El bombardero sufrió problemas mecánicos y tras intentar hacer un acuatizaje en el Pacifico, chocó contra el océano. A bordo iban 11 personas y apenas sobrevivieron tres, entre ellas Zamperini, Russell Phillips (el piloto), y Francis McNamara. El trío quedó varado en el medio del océano más grande del mundo, en plena guerra y rodeado de tiburones, en una balsa de emergencia.

McNamara falleció a los 20 días del naufragio, por falta de comida, agua, estrés y el sol incesante. Siete días luego, Phillips y Zamperini visualizaron un avión, lanzaron una bengala para que los vea y los vio. Pero había un problema, era un Zero japonés y disparó contra los dos estadounidenses por 45 minutos, se salvaron de milagro. Tras 47 días de estar en la balsa, llegaron a tierra firme, precisamente a las Islas Marshall ¿bajo el poder de quien estaban las islas? Sí, de Japón. Los nipones encontraron a los estadounidenses y los enviaron al campo de concentración de Kwajalein. No sabían si era peor un mes y medio en una balsita o ser prisioneros de guerra de los japoneses.

¿En que lugar podrían estar peor que en un campo de concentración japonés? En un campo de concentración japonés en Japón. Dicho y hecho, fueron enviados a un campo de prisioneros en Ofuna, un pueblito a 50 kilómetros de Tokio (ciudad que Zamperini hubiera visitado seguramente si los Juegos Olímpicos de 1940 se mantenían con esa sede y no estallaba la Guerra). El oficial a cargo del lugar era Mutshiro Watanabe, los prisioneros lo apodaban como el Genio del Mal y como El Pájaro (no por Caniggia).

Al enterarse de su pasado como atleta, Watanabe, se ensañó con Zamperini como con ningún otro soldado. Lo llevó hasta el límite, lo humilló e hizo que todos los prisioneros lo golpeen en la cara, pero Louis resistió. Finalmente, tras la redición de los japoneses en septiembre de 1945 (luego de que los yanquis lanzaron dos bombas nucleares contra población civil), Zamperini volvió a Estados Unidos, donde fue recibido como héroe de guerra. Tuvo un intento de volver al atletismo para competir en Londres 1948, pero sus heridas y cicatrices eran tantas que le fue imposible.

En 1950 viajó a Japón y visitó la cárcel de Sugano, donde se encontraban presos varios de los verdugos que lo torturaron en el pasado. Zamperini los perdonó a todos. Intentó hacer lo mismo con Watanabe, pero El Pájaro no quiso verlo.

38 años más tarde, el Comité Olímpico Internacional (COI), le cumplió el sueño de volver a estar vinculado con el olimpismo. Por su cumpleaños 81, fue uno de los relevos de la Antorcha Olímpica para los Juegos de Invierno de Nagano, en Japón. El 2 de julio de 2014, Louis Zamperini falleció a los 97 años por una neumonía, la misma enfermedad con la que lidiaba desde los dos años. Desgraciadamente, no llegó al estreno de su película, dirigida por Angelina Jolie: “Unbroken”. De todas formas, Zamperini, no se considera un héroe, sino un sobreviviente agradecido.

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