14 de julio de 1912. Maratón de los Juegos Olímpicos de Estocolmo, la quinta que se corría. En pleno verano sueco, la temperatura oscilaba los 32º, 68 atletas partieron desde la línea de largada, pero apenas terminaron la prueba 35 (33 no terminaron). El ganador fue el sudafricano Kennet McCarthur, con un tiempo de 2h36m55s para erigirse como el primer ganador africano en la historia de la prueba madre. Además, hubo que lamentar un fallecido: el portugués Francisco Lázaro se desplomó al kilómetro 30, a causa del calor.

Pero el protagonista de esta historia es el japonés Shizo Kanakuri. El oriundo de Nagomi llegaba como candidatazo a la competencia, con sus jóvenes 20 años. Sus marcas eran muy buenas para la época, en noviembre de 1911 había hecho 2h3245s (cuatro minutos menos que McCarthur en Estocolmo), pero dicho tiempo no se pudo certificar porque la distancia que corrió Kanakuri no se midió de manera oficial. En la previa de los Juegos, se consideraba que iba a ser uno de los protagonistas. Por ellom acaso, la presión era mucha.

Ya desde la preparación tuvo inconvenientes. El trayecto de Japón a Suecia duraba alrededor de tres semanas e implicaba tomarse una serie de barcos y trenes, entre ellos, el mítico transiberiano. En suma, toda una odisea. Ese viaje modificó completamente el entrenamiento Kanakuri, quien se entrenaba en las cubiertas de los barcos o en las estaciones de trenes. Encima, al llegar a la capital sueca, se enfermó y la comida no era a lo que él estaba acostumbrado. El 14 de julio de 1912, Kanakuri partió desde la línea de largada. Pero, tuvo que abandonar a causa del cansancio y la deshidratación. Se metió en una casa de una familia que estaba en una fiesta y pidió algo de tomar, pasada la hora de descanso, el atleta decidió no seguir, encerrarse en su hotel y volver a su Japón natal.

Volvió cabizbajo y con su honor herido, con todo lo que significa eso para un japonés. Pero en Suecia había dejado un cabo suelto, un detalle para nada menor. No le había avisado a la organización y, por eso, lo declararon como desaparecido. La policía sueca, por temor a que le hubiera ocurrido algo grave, lo buscó sin resultados, y sí, Kanakuri ya estaba a 8.054 kilómetros de distancia.

Siguió ligado al atletismo y estuvo seleccionado para participar de los Juegos Olímpicos de 1916, pero no se realizaron por la Primera Guerra Mundial. Acudió a Amberes 1920 y finalizó 16º, con un registro de 2h48m45s. También, fue a París 1924, y el resultado fue el mismo que en Estocolmo: el abandono. Ese año se retiró y se dedicó a dar clases de geografía.

Pasaron los años y, más allá de sus apariciones en las maratones de 1920 y 1924, en Suecia seguía siendo considerado una persona desaparecida. Hasta 1962, cuando un periodista descubrió que Kanakuri estaba vivo. El Comité Olímpico sueco tenía que hacer algo y decidió cambiar sus datos y declararlo como retirado de la maratón de 1912. Pero lo mejor estaba por llegar.

Para 1967, un conjunto de empresarios se encontraba recolectando fondos para los atletas que iban a ir en 1968 a México a competir en los Juegos Olímpicos. Ese grupo tuvo un chispazo y se les ocurrió invitar a Kanakuri a Estocolmo para que terminara lo que había empezado en 1912. Es decir, concluir lo que había dejado a medias, porque, mejor tarde que nunca, debía concluir aquella maratón. Con 76 años, el maratonista japonés, recorrió el tramo que le faltaba, a paso lento pero seguro, y de manera simbólica, le establecieron un tiempo oficioso para la maratón olímpica de 1912: 54 años, 8 meses, 5 horas y 32 minutos, luego de partir el 14 de julio de 1912. Así, Shizo Kanakuri finalizó la maratón más larga de la historia. Como dice un famoso poema en Japón: “Al Monte Fuji subes despacio, pero subes, caracolito”.

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