El próximo sábado 9 de diciembre, en las ruinas de Villa Epecuén, se correrá la primera edición de la Vuelta al lago Epecuén. La Vuelta al Lago Epecuén es una carrera de ultra distancia, con 60 kilómetros de terreno técnico pero sin grandes desniveles. La costa del lago tiene barrancas, arena, suelo salino, 6 arroyos, bosques de caldenes y campo, algunos caminos vecinales y las famosas ruinas de Villa Epecuén.
Sin embargo la convocatoria no está abierta sólo para ultramaratonistas y aventureros de la larga distancia, habrá otros 2 circuitos de 21 y 10 kilómetros respectivamente.

Todos los circuitos correrán entre las ruinas del pueblo que se inundó en 1985 y que, en los últimos años, volvió a emerger y ahora es Patrimonio Histórico de la Provincia de Buenos Aires. La carrera en el Lago Epecuén tiene su origen en la idea de resignificar el pasado para unirlo con un presente próspero. Correr entre las ruinas de lo que fue una villa turìstica es una experiencia transformadora, tanto para el corredor, como para el lugar. Es correr en medio de la historia.

Por eso, encarar la Vuelta al Lago para pasar por las ruinas y retornar a la ciudad  tiene un doble significado: saber que el hombre siempre puede cuando se lo propone, y que el futuro es un camino que se construye con voluntad.

El Lago Epecuén es un espejo de agua de casi 30 kilómetros de largo, tiene un índice de salinidad más alto que el Mar Muerto, en Israel, el barro con altas propiedades curativas y las aguas termales conforman un polo de atracción que hoy se centra en la ciudad de Carhué. A solo 10 kilómetros de la antigua villa inundada hace más de tres décadas.

Villa Epecuén fue fundada en 1821, y durante más de 60 años creció hasta alcanzar la posibilidad de alojar a 5000 turistas. Desde los años ´40 Epecuén era el segundo destino turístico de la provincia de Buenos Aires. Entre los factores que la destacaban aparece rápidamente que fue un centro de turismo de salud que la aristocracia porteña visitaba persiguiendo las propiedades curativas de las aguas del lago con una cantidad de minerales similares a las del Mar Muerto. En la década del ´60 el perfil turístico cambió pero siguió creciendo. Villa Epecuén llegó a tener 2 trenes diarios que llegaban desde Buenos Aires en temporada alta.

No se trata de la única curiosidad que tiene la laguna de Epecuén. Como sus aguas son muy saladas, no tiene peces, pero sí una enorme concentración de artemias salinas, un raro crustáceo capaz de una supervivencia extraordinaria. La artemia salina, que puede vivir en aguas como las de Epecuén, es la comida preferida de los flamencos australes, de tono muy rosado, que forman allí una de las mayores colonias de esas aves conocidas en el continente. Junto a ellos hay macás plateados, faralopos y otras aves acuáticas, algunas de ellas migratorias que vienen desde el hemisferio norte.

En 1985, exactamente un 10 de noviembre, el agua lo cambió todo. Las inundaciones en las Lagunas Encadenadas del oeste bonaerense hicieron crecer las aguas en proporciones extraordinarias amenzando a gran cantidad de ciudades en la región. Cuando se abrieron las compuertas de la Laguna de Guaminí, la última de las encadenadas, el Lago Epecuén desbordó un gran terraplén e inundó las calles del pueblo.

El ingreso del agua fue tan veloz que mucha gente no pudo sacar sus vehículos, apenas algunas pertenencias. En pocos días lo que había sido una pujante villa turística quedó sumergida bajo el agua.
Las ruinas de Villa Epecuén permanecieron bajo el agua salada durante casi 20 años. El agua del lago recuperó su alto índice de salinidad a medida que decrecía su caudal y esa sal fue transformando todo.

Hoy esas ruinas están rodeadas de árboles blancos, impregnados de una combinación mineral que los emparenta con el mármol.

Las ruinas de Villa Epecuén son hoy Patrimonio de la provincia de Buenos Aires y parte del impulso turístico generado la ciudad de Carhué, a solo 10 kilómetros. El lugar volvió a ser un centro termal con propiedades curativas como lo fue antes de la gran inundación. De esa forma, la unión del pasado con el presente será una sensación que experimentarán todos los corredores, elijan la distancia que elijan. Por ello, se trata de correr más allá del tiempo en un lugar que busca y debe ser recordado como la gran villa turística que albergó a miles de personas en las décadas del ´60, ´70 y mitad de los ´80.
Artemias, flamencos, salinidad extrema. La laguna de Epecuén quiere recuperarse. Desde que las aguas bajaron, se empezó a ver de nuevo playitas y pequeñas bahías cubiertas de blanco. De lejos, parece nieve. De cerca es como una espesa capa de sal gruesa que se forma en los lugares más protegidos de la costa. Son cristales de sulfato, que no hay que confundir con sal gruesa. Y la Vuelta a la Laguna de Epecuén es otro oportunidad de revalorizar el lago y las ruinas de la ex Villa, que están ahí como testimonio para contribuir a cambiar la mirada del lugar apelando a la energía movilizadora del deporte.

Inscripciones abiertas:

Las inscripciones están abiertas en el sitio web de la carrera: http://vueltalagoepecuen.com/inscripciones/

Valores:

Se inicia de madrugada desde la plaza principal de Carhué y, ya en los primeros kilómetros, los corredores deberán avanzar por un terraplén que se interna en el lago para salir a campo traviesa hacia una vieja área urbanizada que nunca llegó a tener habitantes. Tendrán senderos y caminos que los depositarán en un enorme bosque de caldenes, el árbol sagrado de los indios ranqueles, pueblo originario de la zona sudoeste de las provincias de Buenos Aires y La Pampa. El suelo salitroso será uno los obstáculos a vencer, ya que si bien es duro, el alto índice de humedad hace que se hunda algunos milímetros. En la mitad de la carrera ya habrán vadeado al menos 3 arroyos que pueden tener un metro de agua y simplemente el barro residual del fondo. Las Ruinas de Villa Epecuén se integran al recorrido en el kilómetro 45, y esa experiencia renovará la mente de los corredores; entrarán por el extremo norte, desde un viejo camping rodeado de árboles blancos de sal para acercarse al antiguo ejido urbano  por la costa del lago y hacer un recorrido de entre 4 y 5 kms entre las ruinas. El final de la carrera une el camino del viejo matadero, un edificio monumentalista del famoso arquitecto Francisco Salamone, con la plaza central de Carhué, donde los pobladores recibirán a los corredores que completaron la prueba para lograr unir el pasado con el presente.

Así los 21K:

La distancia de 21 kilómetros comenzarán a las 10 desde la antigua estación de trenes de Villa Epecuén, los corredores serán trasladados desde el centro de Carhué hasta una hora antes del horario de salida. Una larga calle de tierra, coronada por enormes eucaliptus, guiará a los corredores hasta la primera intersección que los llevará a una huella que deriva en un cross country. Desde allí tendrán un pequeño desnivel en descenso para cruzar un bañado y acercarse por el sur el antiguo edificio del matadero. Pasarán por la pista de un viejo autódromo, para luego retomar hacia el norte por un camino de tierra y alcanzar el ingreso a las ruinas por el mismo sitio que los corredores de 60 K. Desde ese punto compartirán el mismo recorrido que quienes vienen de dar la vuelta al lago. Muchos de los corredores de los 21K seguramente sentirán un gran interés aspiracional por dar, algún día, la vuelta completa.

Los 10 kilómetros se iniciarán desde el mismo lugar y con el mismo horario que los 21K: a las 10 puntual. Sin embargo en el kilómetro 2, cuando la carrera se bifurque, quienes hagan la distancia más corta seguirán corriendo con el ingreso a las ruinas de Villa Epecuén de frente. Entrarán a las ruinas, recorrerán parte de ellas, unos mil metros, y se habrán unido a los corredores de las otras distancias; para luego terminar en la plaza central de Carhué. De esa forma habrán cumplido también con el propósito de correr a través del tiempo.

 

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