Correr en pareja, ¿sí o no?
Algunos dicen que las parejas que corren juntas, permanecen juntas. Ac á encontrarás la forma perfecta de entrenar con las persona que amas (y quizás hasta te sirva de impulso para mejorar tu rendimiento).
¿Alguna vez te preguntaste si el running hace que la relación de pareja sea mejor? ¿Y si se vuelve más divertida y motivadora cada sesión de entrenamiento al hacerlo juntos? Hay muchas parejas de corredores que viven una “luna de miel” en zapatillas (y otras que eligen trotar por separado para mantenerse juntos el resto del tiempo).
Suponiendo que ambos son runners, si por motivos laborales o de otro tipo, se ven poco durante el día, es una excelente forma de pasar más tiempo juntos. Compartir el fanatismo del otro por el running supone que comprendes perfectamente qué significa esa afición para el otro. Un plan específico para competir añade presión y puede que no todas las salidas sean compartidas en su totalidad (aunque se pueden cuadrar los horarios para coincidir en la entrada en calor o el estiramiento final). Lo mismo sucede si uno de los dos necesita levantarse temprano para ir un domingo a correr o por qué, a pesar de llevar todo el día fuera de casa, ponerse las zapatillas y salir a trotar hace que se sienta mucho mejor.
Por el contrario, hay personas que prefieren que el momento de correr sea algo más personal, y se pueden llegar a sentir obligados a modificar su rutina para acompañar a su pareja. En parejas que comparten mucho tiempo, no está mal que el “momento running” sea un rato para dedicárselo a sí mismos y tener su espacio (independientemente de que los dos corran. También hay que saber cuándo dejar aire a la otra persona).
En algunos casos, convivir con alguien que corre más rápido y más a menudo, puede suponer una presión extra para la otra parte, si es que se quiere entrenar con más calma (para algunos el running es una afición y para otres una obsesión). No pasa nada por bajar el ritmo para compartir unos kilómetros, o por esforzarse en un momento puntual, pero correr con nuestra pareja no debería significar modificar nuestro ritmo habitual en los fondos, pasadas, u otro tipo de entrenamientos (por lo menos no todos los días).
No ayuda muchas veces si la otra persona mejora sus récords personales y el otre se estanca porque respeta su evolución sin forzar la “máquina” (una cosa es saberlo y otra compartir cama con el otre).
Viajar en pareja para correr es algo que une muchísimo. Elegir un objetivo en común, ya sea realizar El Cruce de los Andes en dupla o compartir la largada de una media o 42K (aunque sea a ritmos diferentes) fortalece el vínculo –y ahorra reproches en la previa por la cena de pastas, el madrugón del domingo y la falta de ganas de caminar los días posteriores para visitar el destino-. Llegar juntos o esperar al otro para cruzar la meta de la mano son recuerdos imborrables.