Los Juegos Olímpicos renacieron luego de la prohibición del Emperador romano Teodosio en el año 393 D.C por considerarla una festividad pagana y tras una larga batalla que libró el barón Pierre de Coubertin, los Juegos regresaron a Atenas tras 1503 años. Con 241 atletas varones, de 14 países, se disputó la primera cita olímpica de la edad contemporánea en la cuna del olimpismo.

Grecia, la delegación local, presentó 102 deportistas, es decir el 42% del total de los competidores de los Juegos. Para el público griego, la gran mayoría fueron candidatos a llevarse medallas, pero dicho fundamento no estuvo basado en nada. Se trató, simplemente, por el hecho de ser locales y por ser descendientes de antiguos atletas destacados. Pero, nunca nada sale según lo esperado y para el último día, los helenos aún no habían ganado ni un oro en atletismo.

Igualmente, todavía les quedaba un as bajo la manga: la maratón. 17 maratonistas participaron de la primera prueba madre del olimpismo, de ese total, 12 fueron griegos, entre ellos Spiridon Louis. Nacido en Marousi, el 12 de enero de 1873, llegó a los Juegos con jóvenes 23 años. En su adolescencia e infancia trabajó como vendedor de agua en Atenas y fue seleccionado por un coronel, mientras realizaba el servicio militar, para participar de los Juegos. Su preparación no era la mejor y encima, también competía el gran candidato, Kharilaos Vasilakos, el último ganador de los Juegos Panhelénicos.

La prueba consistía de un recorrido de 40 kilómetros, los atletas partieron desde el pueblo de Maratón y culminaron el trayecto en el mítico Estadio Panathinaiko, en Atenas, emulando la leyenda del soldado Filípides. A las 2 de la tarde, el Coronel Papadiamantopoulos, el mismo que reclutó a Louis, disparó su arma y la carrera comenzó. 100.000 personas estaban abarrotadas en el Estadio Olímpico a la espera de buenas noticias de algún atleta compatriota, pero los primeros informes no eran favorables. La competencia la lideraba el australiano Teddy Flack, perseguido por Louis, el húngaro Gyula Kellner y el francés Albin Lermusiaux. 3 de los 4 primeros eran extranjeros, ni el griego más pesimista imaginaba este escenario.

Pero con el correr de las horas, el panorama y las noticias comenzaban a cambiar. Existía un rumor de abandono del francés y del australiano y que la punta había sido tomada por un joven desconocido y para nada candidato, Spiridon Louis. El runrún que habitaba Atenas fue confirmado cuando Louis entró solito al Estadio Panathinaiko y la multitud estalló, Grecia tenía su tan ansiado oro en atletismo.

Louis completó los 40 kilómetros en 2h58m50s y se colgó la medalla dorada, la plata la consiguió su compatriota Vasilakos, tres minutos y medio detrás del ganador, y el bronce fue del húngaro Kellner. Spiridon fue el héroe nacional y esta fue la única y última carrera que disputó. Recibió todo tipo de atenciones, dinero, compras gratis en tiendas y peluquerías (algo así como el primer canje), pero la leyenda dice que no aceptó nada de eso, solo una mula y un carro para retomar su vida de granjero. Su última aparición publica fue en Berlín 1936, como presidente honorario de la Delegación Griega y falleció el 26 de marzo de 1940, en su Marousi natal.

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